¿A qué edad empiezan las rabietas o berrinches de los niños? Aprende a manejarlas

Las rabietas o berrinches son comportamientos naturales en los niños que comienzan alrededor de los 18 meses, empeoran entre los 2 y 3 años y disminuyen hasta los 4 años. ¡Descubre cómo gestionarlas con comprensión y afecto!
¿A qué edad empiezan las rabietas o berrinches de los niños? Aprende a manejarlas
Leticia Martín Enjuto

Revisado y aprobado por la psicóloga Leticia Martín Enjuto.

Última actualización: 13 marzo, 2024

Las pataletas o berrinches son comportamientos normales en los niños que surgen durante el desarrollo de la primera infancia. Estas se manifiestan como parte de la búsqueda de independencia, a medida que toman conciencia de su existencia como seres separados de sus padres.

Los pequeños buscan controlar su entorno y, debido a su limitado vocabulario, lo manifiestan con un «no» frecuente o mediante rabietas, pues aún no conocen otra forma de expresar sus emociones. Entonces, ¿cómo podemos, como padres, responder a estas situaciones para ayudar a nuestros hijos a aprender a comunicar sus emociones de manera adecuada? Te lo contamos a continuación.

Los berrinches, rabietas o pataletas, ¿qué tan habituales son? ¿A qué edad comienzan?

Las rabietas en los niños son comportamientos naturales durante el desarrollo de la primera infancia. Según una publicación de la Revista Pediatría Atención Primaria, entre el 50 y el 80 % de los niños de 2 a 4 años las presentan en algún momento y, según este mismo estudio, el 35 % de los niños de esta edad tienen un berrinche al menos una vez por semana.

Esta tendencia se debe a la falta de habilidades para controlar emociones, siendo una forma de comunicar sus sentimientos y necesidades, indicando que el niño se encuentra en un proceso de aprendizaje.

Estos episodios, en los que el niño da rienda suelta a sus sentimientos de forma dramática, suelen durar unos cuantos minutos, manifestándose a través de llanto, gritos, pataleos y golpes.

Es importante destacar que los berrinches no son conscientes ni premeditados; son conductas aprendidas, una estrategia que el niño ha descubierto para «salirse con la suya» en ciertas situaciones.

Los profesionales de la salud recomiendan evaluar situaciones reales que desencadenan estas rabietas. Analizar lo que ocurre antes, durante y después de los estallidos proporciona indicios para su prevención. En casos frecuentes, los patrones son predecibles, surgen al negar algo, durante la hora de dormir, ante desagrados o al interrumpir actividades que a los niños les gusta hacer.

Al darnos cuenta cuáles son las situaciones que desencadenan en nuestro hijo estas descargas emocionales, podremos solucionarlas con mayor comprensión y afecto.


Factores que intervienen en la aparición de un berrinche

Antes de explorar en detalle estos factores, es necesario comprender el conflicto que aparece en los niños alrededor de los 18 meses y los 4 años.

Factores propios de la edad

  1. En algunas ocasiones, los berrinches se desencadenan por diferentes causas, como hambre, sueño, cansancio, sentimientos que, por su corta edad, los niños expresan llorando, gritando y pataleando.
  2. Comienzan a tener deseos de independencia, buscan autonomía y tienen una gran curiosidad por lo que les rodea. Esto, en ocasiones, choca con la intervención de los adultos y los límites propios de su edad, lo que les produce grandes frustraciones y enfado.
  3. Las limitaciones en su capacidad lingüística dificultan la expresión clara de sus deseos o necesidades, generando así frustración y disgusto.
  4. Al considerar las normas sociales y de comunicación imprecisas, los pequeños no distinguen entre lo que está bien y lo que está mal, por lo que las pataletas pueden dar lugar a situaciones incómodas para los padres en lugares públicos, como en el centro comercial, en reuniones familiares o en encuentros con amigos.
  5. Al momento de buscar su autonomía, los niños suelen ser voluntariosos, lo que puede desencadenar sentimientos de frustración e ira cuando no logran satisfacer sus deseos. Bajo esta premisa, el Child Mind Institute sostiene que los berrinches son conductas aprendidas que lo ayudan a «salirse con la suya».
  6. Buscan llamar la atención debido a su falta de conocimientos y a la inseguridad que les causan algunas situaciones nuevas, buscando constantemente la aprobación de los padres. Cuando el niño siente que la atención hacia él no es directa, sea por estar atendiendo a otra persona o por tener algo importante que hacer, intenta llamar nuestra atención con una rabieta.


Factores familiares

  1. A veces, la incongruencia en la educación, como cuando cedemos ante la rabieta por estar en público o por cansancio, crea incertidumbre en los pequeños.
  2. También, la falta de una rutina estable da al niño inseguridad, por no saber qué sucederá ante las situaciones cotidianas, generando frustración y enfado.
  3. Por último, la ausencia o exceso de límites y normas claras harán que el niño quiera conseguir lo que quiere a partir de un berrinche.

¿Cómo prevenir los berrinches?

¿Los berrinches se pueden prevenir? La buena noticia es que sí existen estrategias efectivas para prevenir y manejar los berrinches de manera constructiva.

Dentro de la normalidad en la que se generan estas rabietas, especialmente durante los llamados «terribles dos años» hasta casi los cuatro años, podemos tomar medidas preventivas. El objetivo es reducir su frecuencia, evitando que el niño adopte la pataleta como respuesta constante a la frustración o el enojo y, sobre todo, para enseñarles a conocer y manifestar de manera adecuada sus emociones.

Te ofrecemos algunas recomendaciones fáciles de cultivar en casa:

  1. Brindar a los niños un entorno seguro y estructurado con límites claros y consistentes.
  2. Establecer rutinas diarias para brindarles seguridad y ayudarlos a regular sus emociones.
  3. Fomentar una comunicación abierta y afectuosa donde los niños se sientan escuchados, comprendidos y atendidos.
  4. Enseñar habilidades de manejo de emociones, brindándoles alternativas para expresar su enojo o frustración de manera saludable.

¿Cómo gestionarlas sin perder la paciencia?

Cuando ocurren las pataletas, nos podemos sentir perdidos e impotentes por no saber qué hacer o cómo reaccionar. Sin embargo, en lugar de perder los estribos y explotar en llanto con nuestros hijos, podemos valernos de estrategias que pueden ayudarnos a lidiar las rabietas de una manera positiva.

1. Mantén la calma: enojarse o angustiarse le dará al niño una pauta para aprender a manipularte. Debes mostrar tranquilidad y firmeza, nunca enfado o temor.

2. No cedas: sé fuerte y no accedas a darle o hacer lo que él quiere para que así no vincule que haciendo una rabieta logre lo que se propone.

3. Enfoca su atención en otra actividad: trata de hablarle sobre algo diferente o de distraerlo con otra actividad. De esta manera, cambias el foco de atención de algo que «no se puede», por algo que «sí se puede».

4. Ignora el comportamiento: se ha descubierto que el regaño o los intentos de persuadir al niño a que se detenga, refuerzan de manera positiva la conducta. Al ignorar este comportamiento desalentamos una acción que no queremos que se repita, haciéndolo entender que no es la manera adecuada de pedir lo que desea.

5. Sé constante: si queremos cambiar la forma en la que el niño ve el mundo, sus actitudes y sus hábitos, necesitamos tiempo y constancia. Si reaccionamos de diferentes maneras ante las pataletas de los chicos, a veces cediendo y otras veces no, crearemos confusión e inseguridad.

No eres un mal padre ni tu hijo un mal educado

Siempre hay que recordar que las rabietas o berrinches son normales en esta etapa del desarrollo del niño. No debes cargar con la culpa ni pensar que eres un mal padre o madre, ni que estás malcriando a tu hijo.

Despégate de la idea de que es malo o está «yendo por un mal camino». Simplemente, está atravesando una fase necesaria para desarrollar habilidades sociales y de comunicación que, debido a su corta edad, aún no ha adquirido.

Te animamos a mantener la calma, establecer rutinas consistentes, brindar seguridad al niño y comunicarte de manera afectuosa. A pesar de las dificultades que puedan surgir, tu pequeño poco a poco aprenderá a expresar sus emociones de manera más adecuada.


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